domingo, 26 de noviembre de 2017

Todo lo que está pasando en el mundo tiene que ver con el miedo Parte 4


Basarse en lo que se sabe de los demás, y en lo que los demás saben que sabemos, es la base de la especulación. Según Keynes, el equilibrio existe en cuanto todos los jugadores (inversores, consumidores) manejen la misma información. Si no hay información, para comparar entre iguales la llamada especularidad se rompe. “En una situación de incertidumbre radical, impredecible como la que
El coloso, El gigante, El pánico. F. Goya 

prevalece en los merados financieros cuando precisamente ya no ofrecen a los agentes una referencia común, el único comportamiento racional, según Keynes, es imitar a los demás”[1], es tajante Dupuy.
El último capítulo de El Pánico es un reclamo de la sociología cuantitativa como ciencia que compita con la economía en el ámbito de la psicología de masas. Para ello se tienen en cuenta las variables de las que hablábamos más arriba, el corpus de informaciones, los deseos, las decisiones. Y no sólo estos factores tomados de manera individual y aislada sino en función del grado de contaminación por cercanía con iguales. Para ello Dupuy establece una serie de ecuaciones que pueden servir para dirimir comportamientos asintóticos, en función de determinados umbrales de los individuos.
En definitiva, Dupuy propone quizás un modelo más racional de análisis y no tan psicólogico: “Queda claro por lo tanto que, sobre comportamientos colectivos, tal y como estos se manifiestan, no se pueden fundamentar razonamientos relativos a la psicología de los agentes. ¡Qué diferencia, si se compara con las teorías tradicionales de la masa y el pánico, que no dudaban en recurrir a todas las complejidades de la psicología de las profundidades!”[2].
Jean-Pierre Dupuy El pánico.
Editorial GEDISA. Barcelona 1999


[1] Dupuy – página 104
[2] Dupuy – página 112

domingo, 12 de noviembre de 2017

Todo lo que está pasando en el mundo tiene que ver con el miedo Parte 3

Lo que sube, baja, lo que se infla se desinfla. El primer párrafo de este capítulo aclara muchas cosas de la situación de crisis que estamos viviendo desde 2008:
Ashes, 1894 by Edvard Munch
“El estudio de las grandes crisis financieras, del pánico y del crac con que concluyen, demuestra que éstas no golpean desde fuera el movimiento eufórico y euforizante de la expansión continua de los negocios que las ha precedido, como lo harían un destino maléfico o una catástrofe inexplicable, sino que en cierto modo, se encuentran programadas, como la muerte en vida, dentro de ese mismo movimiento. Sólo son inciertos el día y la hora”[1]. Apenas unas líneas explicitan de manera clara lo que ha sucedido en la economía global en los últimos años, desde la crisis de las hipotecas hasta el crack en el que está sumido occidente. La clave: la especulación. La utilización de informaciones privilegiadas para delimitar, mover, y dirigir el movimiento de los mercados, de manera fraudulenta y ficticia, hasta que explota.
“Lo que dijimos del paso de la masa al pánico debe aplicarse, por lo tanto, al paso de la especulación al pánico financiero”, indica el autor. Las crisis, todas las crisis, y pone como ejemplo la del 29, están precedidas por una marea de fondo, que no se sabe cuándo arrasará la costa, pero que todos, o los más entendidos, van viendo llegar. Y añade un dato más curioso, más en nuestra época “para que se produzca la especulación es preciso que justo en el momento que precede al hundimiento los operadores cuenten con ganancias probables más elevadas que nunca”[2]. Este libro es de 1999, y esta afirmación parece hecha tras la debacle de Lehman Brothers o de las cajas españolas, Bankia incluida.
Y sí, aunque parezca mentira, los estadistas son capaces de crear fórmulas matemáticas que establezcan unas incógnitas y den medidas racionales para medir los índices de especulación. No pretendo en este resumen explicarlas, ya lo hace Dupuy en el último capítulo de su libro. Por supuesto se trata de cálculos de probabilidad, en los que entran no sólo factores matemáticos y estadísticos sino también elucubraciones, análisis de informaciones, tráficos de influencias, etc.
Manejando este tipo de informaciones, vamos a denominar un corpus de información, y consiguiendo que el mercado actúe de determinada manera ante ellas, el especulador puede conseguir sacar partido a tenerlas de antemano. En base a su reacción, si consigue que los mercados la reproduzcan, conseguirá saber dónde está su ganancia y dónde no. “El buen especulador es aquel que adivina mejor que la masa lo que la masa va a hacer”, afirma el francés.
Jean-Pierre Dupuy El pánico.
Editorial GEDISA. Barcelona 1999

[1] Dupuy – página 89
[2] Dupuy – página 93